La luz rebota en el charco de agua que se extiende sobre el pavimento. Las gotas que caen del pico de una pistola de bomba gasolinera levantan en el charco pequeñas olas con los colores del arco iris.
La muchacha pone la pistola de gasolina en el receptáculo de la bomba. “Son 240 con 60”, dice. Agarra los 500 lempiras por la ventanilla del pickup. Se saca un puñado de billetes de la camisa roja de su uniforme de trabajo, cuenta el vuelto y se lo entrega al cliente. El pickup se aleja entre el vapor que se levanta del pavimento.
Es raro que una mujer haga el trabajo de bombero, como llaman a quien despacha combustible en una gasolinera, pero el distrito sampedrano ya se acostumbró a llamar “bombera” a Selena Morales. Ya no le extraña tanto que ella se moje de gasolina los zapatos, se manche de polvo y grasa y ande entre bombas de combustible, bajo el sol quemante.
Como toda la juventud de Cofradía, Selena afronta los problemas de vivir en una zona rural. Ella no viaja a San Pedro Sula a trabajar, pero muchos residentes del lugar tardan dos o tres horas en ir y volver de la ciudad.
La gente de Cofradía viaja a los centros de trabajo y escuelas en San Pedro Sula apretujados y sudorosos en destartalados microbuses y buses “coaster”, apodados “rapiditos”. Un obrero de esta zona que viaja todos los días a la ciudad no se da el lujo de pagar taxi.
La mayoría de los distritos sampedranos están en el sureste. Cofradía, en el noroeste, abarca 54 barrios y colonias que incluyen la Vida Nueva, donde vive Selena. Cofradía pertenece al municipio de San Pedro Sula, el “motor industrial de Honduras” porque está cerca de puertos importantes, se halla en un valle fértil y conserva sus montañas y fuentes de agua.
Cinco de cada diez habitantes del departamento de Cortés viven en San Pedro Sula, donde una de cada diez casas no tiene piso adecuado. Cofradía agranda las cifras con sus “invasiones” de casas hechas de desechos, sin servicios básicos. Algunos invasores vienen de lejos, ya que cuatro de cada diez pobladores de San Pedro Sula no nacieron en el municipio.
Selena es parte de la población más grande del municipio: los jóvenes. En áreas rurales, la edad promedio es de 21.6 años y en las urbanas es de 23.7. Selena tiene trabajo, pero otros no lo tienen en San Pedro Sula, donde la tasa de desempleo abierto es de 7.8%. La mitad de los desocupados son jóvenes. De los 291,048 desempleados del país, 49.4% son menores de 25 años, según la Secretaría del Trabajo de Honduras.
Selena trabaja en el sector de servicios, pero la mayoría de los sampedranos laboran en la industria y el comercio. Una de cada tres personas trabaja en fábricas y una de cada cuatro se dedica al comercio.
En Cofradía, la vida es barata pero compleja. Aquí se mudaron algunas pandillas expulsadas de Chamelecón al instalarse allí en 2017 una base de la Policía Militar del Orden Público, creada en 2013 por el presidente Juan Orlando Hernández para amordazar las críticas a su reelección, según la oposición, y no para “combatir la delincuencia”.
Selena no escapa de la violencia, pero sí de la incertidumbre al emplearse de bombera con esfuerzo propio y el apoyo del programa Jóvenes Constructores. La iniciativa capacitó a Selena en el CDA de Cofradía.
Selena y Fernando Valladares se graduaron en el programa. Ambos no sabían qué hacer con su vida hasta que el programa de la organización Catholic Relief Services (CRS) les enseñó habilidades para ganarse la vida y afrontar sin miedo el día a día.
CRS es una organización católica estadounidense que, según su sitio web, “cumple la misión y el compromiso de ayudar a los pobres y vulnerables en el extranjero”. Establecida en 1959 en territorio hondureño, CRS ha beneficiado a unas 285,000 personas y abarca programas y componentes que educan a campesinos y jóvenes.
Selena y Fernando son beneficiarios de centros de alcance apoyados por la institución católica. Los CDA previenen la violencia juvenil, ocupan edificios que pertenecen a la sociedad civil y reciben apoyo gubernamental y empresarial. Forman una red de 25 locales en San Pedro Sula y 70 en Honduras que motivan a los jóvenes a rechazar la violencia, desarrollar o mejorar competencias, construir un plan de vida y ser parte del desarrollo de su comunidad.
“Soy bombera. Les echo gasolina a los carros y motos”, dice Selena. “Al principio estaba apenada. Pensaba que era solo para hombres. Mis amigas me preguntan cómo me siento y la verdad es que al principio fue difícil. Para muchos es un reto salir de nuestra zona de confort”.